Alimentar con amor, cuando mamá se siente sobrepasada
Noviembre, 2024
Enamoramiento. Admiración. Gratitud profunda. Alegría. Gozo. Gracia. Paciencia. Curiosidad. Humildad. Paz. Presencia. Pertenencia.
Resentimiento. Cansancio. Enojo. Impaciencia. Ansiedad. Control. Indiferencia. Amargura. Presencia física con ausencia mental.
He experimentado todas estas emociones al alimentar a mi niña, tanto durante la lactancia como con sólidos. Mi estado emocional, mi paciencia y mi capacidad de conectar con amor varían según cómo me siento físicamente, la carga de actividades del día, el apoyo o falta de apoyo que tengo y desde hace unos meses, también del número de desbordes emocionales de mi hija.
En mis cursos y redes hablamos de la importancia de presentarnos de manera positiva y amorosa en la hora de la comida, para que nuestros hijos tengan una experiencia placentera con los alimentos.
Suena sencillo, se lee fácil. Como cualquier recomendación de nutrición, este es “el ideal.” Pero habrá días en los que no podremos cumplirlo como quisiéramos. Porque somos humanas, con emociones, cambios hormonales y necesidades básicas que a veces no se logran satisfacer. Pensar que podemos estar siempre en un estado de paz constante es poco realista, sobretodo en etapas de alta demanda. No somos robots.
Creo profundamente que la forma más efectiva de fomentar en nuestros hijos una relación saludable con la comida y con sus cuerpos es criar y alimentar con amor y respeto. Me gusta añadir la palabra “MUTUO”:
Respeto hacia ellos y hacia nosotras mismas.
Es dificilísimo criar con respeto cuando pasamos por encima de nuestras propias necesidades, cuando no ponemos límites que cuiden de nuestra salud emocional y física.
Podemos cuidar a nuestros hijos mientras también nos cuidamos a nosotras, con compasión, flexibilidad y perspectiva.
Ejemplo 1:
Es cierto que permitirles explorar los alimentos a su ritmo, usando todos sus sentidos, es la mejor forma para que conozcan sus propiedades y aprendan a disfrutarlos.
También es cierto que hay días en los que mamá no tiene energía para ver a su bebé cubierto de comida, tirando todo al piso en lugar de comiendo.
Alternativas para esos días:
Ofrece alimentos que hagan menos desorden, como pan tostado, pancakes, brócoli o tiritas de omelet en lugar de yogurt o espagueti con salsa de tomate.
Apoya a tu bebé en su alimentación para reducir la cantidad de comida tirada. Permítele tocar y experimentar con algo sencillo mientras tú le ayudas con los alimentos que aún no puede manejar solo. En otra ocasión, cuando tengas más paciencia, le permites practicar con ese alimento por su cuenta.
Si puedes, pide a alguien más en casa que se siente a comer con tu bebé.
Ejemplo 2:
Es cierto que la variedad de sabores y texturas es importante para ofrecer todos los nutrientes y para ayudar a prevenir comportamientos selectivos.
También es verdad que hay días en los que no hemos podido hacer el súper, o se presentan imprevistos nos complican cocinar como nos gustaría.
Alternativas:
Si tienes comida congelada que hayas preparado antes, es momento de usarla. Si no tienes nada casero listo, opta por algo comercial en lugar de preparar todo en casa. La energía que dedicarías a cocinar puedes guardarla para interactuar y conectar con tu bebé en la mesa.
No te exijas demasiado: no pasa nada si no tienes platos variados o de diferentes colores ese día. Cumple con lo básico, y guarda la variedad y creatividad para cuando tengas más margen. Algunos días las comidas serán dignas de una foto en Instagram, y otros ofrecerás lo mismo en desayuno y cena, y la comida será compuesta por lo que sobró del día anterior.
Reflexión final
¿Cómo presentarte con amor cuando te sientes sobrepasada?
Menos es más. Simplifica. Los días que no te sientes bien prepara comidas que ya conoces “con los ojos cerrados,” opciones sencillas. No es momento de alimentos nuevos ni recetas elaboradas.
Recuerda que no estás sola. No tenemos que hacerlo todo nosotras. Quizás las cosas no salgan exactamente como queremos, pero recibir ayuda puede aligerar bastante nuestros días. Acepta el apoyo de otros (y si nadie se ofrece, pide ayuda – no nos leen la mente, y pedir no nos hace menos capaces).
Pausa y obsérvate. Pregúntate: ¿por qué te sientes así? De todo lo que necesitas (ej. horas de sueño, comida, hidratación, silencio, espacio personal, platicar con otro adulto, meditar, moverte, o resolver tareas pendientes), ¿qué puedes atender? ¿Cuándo y cómo podrías hacerlo?
A veces lo único que necesito es tomar agua y respirar 5 minutos; a veces es un snack o el silencio durante la siesta de mi niña. Hay momentos en que es el dolor físico el que nos afecta. Recuerdo cuando me quitaron una muela del juicio y tuve alveolitis; el dolor constante me despertaba de noche y me dejaba en un estado de amargura. Cuando tengo dolor físico, mi paciencia disminuye, y son días en los que hago lo mínimo, recordándome que todo es pasajero.
Si alguna vez has perdido la paciencia o no has mostrado “tu mejor versión” a tus hijos o a tu familia, definitivamente no eres la única. La maternidad tiene etapas ligeras y placenteras, y otras en las que hasta lo más sencillo se siente complejo.
Espero que estos recordatorios te sirvan para mirarte con más compasión y recordar que, para poder darnos a los demás, primero necesitamos estar para nosotras mismas y atender nuestras propias necesidades. Aquí te compartí algunas de las cosas que me detonan y me ayudan a mí; te invito a pensar en cómo puedes cuidar de ti misma en función de lo que tú necesitas.
Gracias por leerme, ¡me encantaría conocer tu perspectiva sobre este tema!
Te mando un abrazo grande.
¡Espero tengas muy bonita semana!
Con amor,
Niria